lunes, 25 de enero de 2016

Por una pedagogía científica y basada en la evidencia

En los últimos años he podido complementar mi trabajo de científico con el de profesor, como suele ser habitual. Tuve la suerte también de poder realizar un curso de docencia universitaria muy bueno, el MIT Teaching Certificate Program, donde aprendí muchas cuestiones que aún no sabía sobre aprendizaje activo, nuevas tecnologías en la enseñanza y pedagogía. Desde entonces he escrito por aquí cuestiones sobre pedagogía como el post sobre las evaluaciones del profesorado y el de los exámenes. Creo que está claro que para mí relación entre la ciencia y la enseñanza es bidireccional. Por un lado la didáctica y la pedagogía me ayudan a enseñar mejor. Por otro lado defiendo que los profesores debemos dejar de guiarnos por nuestros instintos o nuestra experiencia para guiarnos por conocimiento sobre el tema que se haya obtenido de la manera más científica posible. 

Tristemente, encuentro en una gran parte del profesorado de ciencias una gran oposición al uso de la ciencia en la enseñanza. La misma gente que hace un análisis crítico de los sistemas de salud, por ejemplo, luego utilizan los mismas falacias para defender desfasados sistemas de docencia. "A mí me funciona...", "mi experiencia dice que...", "esto ha funcionado siempre..." son argumentos que todo el mundo coincide en que no se pueden usar en medicina, pero que algunos utilizan con la misma falta de rigor en pedagogía. Esto no es un tema baladí. Como bien se explica en esta interesante entrada, El peor enemigo de los buenos profesores son sus propios compañeros, muchas veces los intentos de cambiar técnicas de enseñanza por otras demostradas mejores se frustran por la oposición de los propios docentes. Me parece algo muy grave, pero sobre todo me parece incoherente en el caso de que los docentes también sean científicos.