viernes, 27 de enero de 2017

Los científicos deben luchar por la verdad



Traducción libre del editorial de la revista Nature: Scientists must fight for the facts.

El 21 de Enero, un día después de la inauguración de Donald Trump como 45 presidente de los Estados Unidos, millones de personas salieron a la calle a protestar tanto en el país como en el resto del mundo. Estas marchas fueron motivadas por el trato de Trump hacia las mujeres, pero el foco se expandió a otros temas desde la hostilidad hacia las regulaciones medioambientales hasta el desprecio a la verdad.  Muchos esperaban que la realidad aleccionadora de entrar en la Casa Blanca transformara a Trump en un presidente más convencional, pero las primeras señales no son muy prometedoras.

El discurso inaugural de Trump estuvo cargado de un populismo y una retórica nacionalista que, si se llevara a cabo, podría anunciar el fin del liderazgo internacional de los Estados Unidos. En política nacional ha congelado las contrataciones del gobierno federal, excluyendo el ejército y cualquier puesto relacionado con la seguridad nacional y pública. También ha reiterado sus planes de congelar regulaciones ya empezadas por su predecesor y de dar marcha atrás a políticas ambientales que ya existen.



Trump le lanzó un hueso a los científicos animándoles a explorar el espacio y a combatir enfermedades, pero uno de los primeros documentos subidos a la página web de la Casa Blanca fue un esquemático plan energético que enfatiza el combustible fósil y que no hace mención alguna al problema del cambio climático. El plan ataca las "restrictivas" regulaciones ambientales y afirma que la Agencia de Protección Medioambiental (Environmental Protection Agency) debe concentrarse en proteger el aire y el agua, y no en el clima. Aunque menciona -pero no define- la "tecnología limpia del carbón", el plan ignora el complicado sector de la energía nuclear así como la creciente industria de las renovables, que puede crear incontables puestos de trabajo en el país durante las próximas décadas.

En resumen, el plan energético es un producto del cinismo y la avaricia. Incluso los ejecutivos de los combustibles fósiles deben reconocerlo así. Esto incluye al ex-jefe de ExxonMobil Rex Tillerson, candidato de Trump al consejo de estado, cuyo nombramiento está esperando la aprobación del Senado después de una votación 11-10 que realizó el Comité de Relaciones Extranjeras del partido el 23 de Enero.

Si hubiera una medalla de plata para las buenas noticias, esta sería para el hecho de que los nominados por Trump tienen miedo de impugnar públicamente la ciencia que hay detrás del calentamiento global. De hecho, Tillerson afirmó durante su discurso del 11 de Enero que el cambio climático es real y hay que trabajar en ello, idealmente esto se haría mediante un impuesto al carbón. Cuando fueron presionados por senadores demócratas la semana pasada, el exgovernador de Texas Rick Perry y el abogado general de Oklahoma Scott Pruitt afirmaron la realidad del calentamiento global. Por desgracia, ninguno parecía interesado en buscar una solución.

Rechazar el consenso científico se ha convertido en una costumbre de Trump. El presidente se ha reunido con dos científicos en los últimos años: David Gelernter, un experto en computación de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, y crítico popular del mundo académico; y William Harper, un físico de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey que cree que las emisiones de dióxido de carbono son beneficiosas. Estos encuentros han propagado el rumor de que Trump está entrevistando gente para el puesto de asesor científico (chief science adviser), pero no está claro que alguno tenga la habilidad -o el deseo- de sumergirse en el mundo académico y sintetizar la ciencia para el presidente.

La pregunta pendiente es cuánto le importa todo esto a Trump. En su primer día como presidente, Trump le dijo a los representantes de la CIA que él "cree fuertemente en los académicos". Sin embargo sus primeros pasos como presidente demuestran, de nuevo, un preocupante desprecio por la evidencia -particularmente con la que contradice sus afirmaciones-. En la CIA acusó a los medios de mentir sobre la cantidad de gente que acudió a su nombramiento, y de inventase su disputa con las agencias de inteligencias americanas sobre la interferencia rusa en las elecciones. Ambas afirmaciones eran falsas, así como su afirmación sobre que la lluvia paró durante su discurso.

Después de dos días de la toma de posesión de Trump los funcionarios de la Casa Blanca se han encontrado con un escándalo sobre "hechos alternativos". Este escándalo se basa en conocimientos únicos que la administración Trump afirma tener. No es sorprendente si tenemos en cuenta el desinterés que ha mostrado siempre Trump hacia los hechos, pero es preocupante que continúe. Uno de los carteles que llevaban los manifestantes el fin de semana tenía un desafío para aquellos que creen que los políticos deben afrontar el mundo como es, en lugar de como ellos querrían que fuera: "Haz pensar a América de nuevo" (make America think again).




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