Desde hace ya mucho tiempo no tengo ningún tipo de creencia religiosa. Pasé del cristianismo en la niñez al agnosticismo en la adolescencia y el ateísmo en la postadolescencia, al mismo tiempo que mi interés por la ciencia fue incrementando. Mucha gente me ha preguntado si hay alguna relación en mi caso sobre mi ateísmo y mi condición de científico y alguna hasta ha escuchado la respuesta. En cualquier caso sí que la hay y he decidido escribir un artículo al respecto. Como es un artículo largo lo he colgado también en mi web y os lo podéis bajar en distintos formatos.
Daniel
Manzano Diosdado
Instituto
Carlos I de Física Teórica y Computacional, Universidad de Granada
y
Institut
für Teoretische Physik, Universitat Innsbruck.
Introducción.
El
concepto de Dios y de la vida después de la muerte ha acompañado al
ser humano durante milenios. Estas ideas han evolucionado durante la
historia, comenzando con las religiones multiteístas y derivando en
las religiones monoteístas, que son las más extendidas en el mundo
occidental (cristianismo, islamismo y judaísmo). Por otro lado en
las últimas décadas ha habido un crecimiento importante del ateísmo
como opción religiosa (o como opción frente a la religión) [1].
Esto en parte puede deberse a la extensión del conocimiento
científico al público general gracias a medios tales como la
televisión o internet.
La
primera cuestión a preguntarse al respecto es si realmente hay algún
tipo de correlación entre el ateísmo y la ciencia. En 2007 un
estudio sobre religión [2], reveló que el 37.6% de los científicos
naturales de EEUU (incluyendo como tales a físicos, químicos y
biólogos) definen sus creencias como “no creo en Dios” y un
29.4% las definieron como “no se si hay un Dios y no creo que haya
manera de saberlo”. Este dato contrasta mucho con una sociedad, la
norteamericana, donde sólo un 14% de la población no cree en Dios. Es evidente que sí hay correlación entre ateísmo-agnosticismo y
ciencia.
Desde
un punto de vista histórico también es evidente que la ciencia
puede afectar al pensamiento religioso. Dos ejemplos son las
revoluciones de Galileo y Darwin sobre el modelo Copernicano y la
evolución de las especies mediante la selección natural. Estas dos
revoluciones científicas contradijeron la doctrina religiosa oficial
de su momento y lugar y forzaron un cambio en la misma. Actualmente
la mayoría de los creyentes del mundo occidental no consideran que
haya enfrentamiento entre estos hechos científicos y la idea de
Dios. No es descartable que nuevos descubrimientos futuros vuelvan a
modificar la doctrina religiosa, aunque es muy improbable que haya en
el futuro próximo un descubrimiento que afecte directamente a la
idea de Dios en si.
Un
hecho sobre el debate ciencia-Dios es la falta de resultados
empíricos. Aunque históricamente ha habido muchos hechos
paranormales que se han asociado a distintas deidades (también
llamados milagros), estos son siempre no concluyentes. Es sabido que
estos hechos ocurrían con más frecuencia en el pasado, cuando no
había manera de documentarlos, que en la actualidad. Muchos milagros
han sido descartados por el conocimiento científico, como el de la
Sábana Santa que es de construcción medieval y no pudo ser por lo
tanto el sudario de Jesucristo [3]. Creo que es obvio que el concepto
de Dios no puede ser considerado un hecho, sino en todo caso una
teoría con la que explicar hechos tales como la existencia del
universo.
Dios
como teoría científica. Falsabilidad.
En
el campo de la filosofía de la ciencia ha habido una intensa
investigación para determinar cuando una teoría puede ser
considerada científica. Aunque sigue siendo un campo abierto en la
actualidad el criterio más usado en la actualidad sigue siendo el
falsacionismo de Karl Popper [4]. Este criterio se esta usando en la
actualidad, por ejemplo, en el debate sobre si la teoría de cuerdas
debe ser considerada o no una teoría científica [5].
El
falsacionismo se basa en la idea de que es imposible verificar la
veracidad de una teoría científica, pero sí es posible refutarla.
Así una teoría debe hacer predicciones claras que puedan ser
comprobadas experimentalmente y así refutarla en caso de ser
incorrecta. Mientras los hechos experimentales estén en acuerdo con
las predicciones de la teoría esta se debe considerar
provisionalmente correcta. Un solo hecho experimental que contradiga
la teoría llevaría a la revisión de esta misma.
Es
evidente que por el método falsacionista la idea de Dios nunca podrá
ser considerada científicamente válida. Es evidente que partiendo
de la hipótesis de que hay un ser superior y omnipotente no se puede
concluir ningún efecto, pues todo estará a merced de la voluntad de
este. Cualquier hecho empírico se podrá ajustar a esta teoría,
como se hizo ya con el copernicanismo o el darwinismo y esta idea es
de por si no falsable. Esto hace que la idea de Dios en si no pueda
ser considerada científica.
Ateismo
y agnosticismo, la Tetera de Russel.
Un
argumento muy usado en la actualidad sobre el ateísmo y la ciencia es
el siguiente: “Ya que no está probada la existencia de Dios, pero
tampoco la no existencia, la postura científicamente correcta es el
agnosticismo. Hay que mantenerse sin sacar conclusiones hasta que
haya más argumentos en un sentido u otro.”
Este
argumento ya fue fuertemente rebatido por Bertrand Russel en su
famoso artículo “¿Hay un Dios?” [6]. su argumento se resume en
el siguiente párrafo del artículo: “Si
yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana
que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría
refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la
tetera es demasiado pequeña como para ser vista aún por los
telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi
aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una
presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría
con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la
existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se
enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la
mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su
existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería
la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del
inquisidor en tiempos anteriores.”
A
modo de sátira recientemente se han creado otros seres o dioses cuya
existencia no puede ser refutada, como el Monstruo Volador Espagueti
o el Unicornio Rosa Invisible [7], en los cuales nadie cree. Es
evidente que la imposibilidad de probar la no existencia de algo no
es motivo para la mayoría de la gente para mantenerse en el
escepticismo, no es lógico hacer una excepción con el concepto de
Dios en si.
La
prepotencia del ateísmo.
También
es usado en contra del ateísmo el argumento de la mayoría: “Ya
que la inmensa mayoría de la población humana cree en algún tipo
de Dios los ateos son prepotentes por creer que todos los demás
están equivocados”.
Este
argumento es muy fácilmente refutable, ya que es de sobra conocido
que la verdad no es democrática. Si algo es cierto o no no es algo
que sea decidido por la mayoría, sino por la realidad en si. A lo
largo de la historia hay infinidad de ejemplos de creencias
mayoritarias que fueron posteriormente refutadas. Durante mucho
tiempo la mayoría de la población creía que la tierra era plana y
no esférica y eso no hacía este hecho cierto. No es razonable
considerar a gente como Eratóstenes o Galileo prepotentes por pensar
en contra de la opinión de la mayoría, en todo caso fueron
visionarios.
Vida
después de la muerte.
Un
ingrediente común a casi todas las religiones teístas es la
creencia en una vida posterior a la muerte física. Esto se basa en
la idea de separación de la conciencia del cuerpo físico que se
produce después de la muerte. Esta idea es muy difícil de sostener
debido a los últimos avances de la neurociencia que claramente
indican que la conciencia se encuentra en el cerebro. Es bien sabido
que modificaciones de la estructura física del cerebro llevan a
modificaciones en la conducta de las personas, por lo que es evidente
relaciona la conciencia con el cerebro.
La
cuestión de una conciencia sin cerebro o ajena al este es
difícilmente sostenible. Si la conciencia no es el cerebro en si
habrá que cuestionarse porqué se ve afectada por este, y si es el
cerebro es difícil creer que pueda seguir existiendo tras la
desaparición de este. Más sencilla es la explicación de que la
consciencia es un producto del cerebro y desaparece cuando desaparece
este.
Referencias.
[2]
E.H. Ecklun y C.P. Scheitle. Religion
among Academic Scientists: Distinctions, Disciplines, and
Demographics. Social Problems 54, 289 (2007).
[3]
Damon, P. E.; D. J. Donahue, B. H. Gore, A. L. Hatheway, A. J. T.
Jull, T. W. Linick, P. J. Sercel, L. J. Toolin, C. R. Bronk, E. T.
Hall, R. E. M. Hedges, R. Housley, I. A. Law, C. Perry, G. Bonani, S.
Trumbore, W. Woelfli, J. C. Ambers, S. G. E. Bowman, M. N. Leese, M.
S. Tite. Radiocarbon
dating of the Shroud of Turin,
Nature
337,
611 (1989).
[4]
Logik
der Forschung.
Karl Popper. (1934).
[5]
The
Touble with Physics.
Lee Smolin (2007).
[6]
Is
there a God?
Bertrand Russell, (1952).
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