Últimamente veo muchos artículos sobre la mala situación de los científicos. Al mismo tiempo hay infinidad de campañas prociencia que se basan demasiado, en mi opinión, en resaltar lo mal que lo pasamos los que nos dedicamos en la ciencia. Un ejemplo es la campaña
Apadrina un Científico. Uno de esos artículos lo he visto hoy por Facebook, y se titula:
Los 8 males del profesorado universitario: "es uno de los trabajos más tóxicos que existen". En el artículo vienen datos como que "el 83.6% del profesorado sufre estrés crónico". Este dato viene contrastado por este otro: "Un profesor titular (y conozco no a uno o a dos, sino a muchos) puede tirarse, no tres años, sino toda una vida sin dar un palo al agua, excepto prepararse sus horas de clase semanales, corregir exámenes y punto". Imagino entonces que los deprimidos son los que no son titulares. Curiosamente, luego el artículo menciona y discute muchos temas interesantes, como el enchufismo y la endogamia, y propone cuestiones totalmente aceptables como una mejor valoración de la calidad científica. Sin embargo, a primera vista daría la sensación de que es mejor estar picando piedra que ser científico.
Yo debo de ser un bicho raro, porque mi opinión sobre mi trabajo es totalmente diferente. El trabajo del científico es genial, y precisamente ese es el problema, es tan genial que mucha gente lo quiere y eso crea competencia. La competencia en sí no es mala, en todo caso hay que quejarse si se considera que un método de selección no es apropiado o si la financiación es insuficiente, pero el hecho de que haya más gente que quiera ser científica que plazas es algo bueno. Sólo así se puede seleccionar a la gente más válida. Nunca me cansaré de repetir que el hecho de ser doctor no te otorga derecho a ser profesor, porque puede haber otros doctores mejores que tú.